viernes, 27 de enero de 2012

Amanecía

El Sol comenzaba a colarse por las rendijas de la persiana, y su luz me despertaba con suavidad, pero yo no quería despertar aún.
Mientras luchaba por vencer mi vagancia, noté como alguien apartaba las sábanas y tras meterse debajo, nos tapaba a ambos. Noté el tacto de su cuerpo en el mio cuando se puso encima con cuidado, como si temiera romperme. Sentí su suave respiración a pocos centímetros de mi antes de que me besara con delicadeza, y su pelo me rozara la frente.
Tras un breve beso, oí como me susurraba al oido "buenos días cariño" y me mordía la oreja de forma cariñosa. Sonreí, y con esfuerzo abrí mis ojos que se habían negado a abrirse hasta ahora.
Al hacerlo, lo primero que ví fueron sus preciosos ojos mirandome fijamente, y su boca esbozando una amplia sonrisa. "Buenos días cielo" le respondí, y me acerqué para besar sus labios otra vez, pero esta vez fue un beso mucho más largo, donde nos llenamos de caricias mutuamente, queriendo que ese momento fuera eterno.
La abracé y ella se apoyó en mi pecho, para oir los latidos de mi corazón. Yo acariciaba su pelo, sus mejillas, sus labios. Le susurré que la amaba y un susurro suyo trajo a mis oidos un "y yo".
Nos quedamos mucho tiempo así pues no necesitabamos nada más, éramos felices simplemente con la presencia del otro.

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