Me siento bajo aquel árbol, y recostándome contra él miro como el Sol va bajando con lentitud, hundiéndose poco a poco en el mar.
Sonrío mientras se me escapa un suspiro. Mi mente vaga por otros mundos a pesar de la belleza de la escena que contemplo. Mi mente piensa en como esa escena sería perfecta con tu simple (y a la vez increíblemente deseada) presencia.
La suave brisa hace las hojas del árbol sonar, con esa suave melodía que parecen cantar cuando el aire les toca, como el suspiro del amado bajo la caricia de su amante. El ronroneo del mar llega con suavidad a mis oídos, como susurros de amor en medio de la noche. Cierro los ojos mientras los escucho, con una leve sonrisa en mi cara.
Mi mente ha llegado al lugar que tanto ansiaba, a ese mundo donde estamos los dos contemplando esta escena, cogidos de la mano. Todo parece fluir al ritmo de nuestros corazones, como si de relojes se trataran.
En este pequeño mundo, no existe "tú y yo", sino "nosotros" y esta vez, sé que es de verdad. Porque nunca he amado a nadie tan pura. Llenas mi vida con tu simple mirada, y la haces brillar cuando sonríes, y por ti sé que será un para siempre.
Por eso cuando abro los ojos, no estoy triste. Sé que nuestro momento llegará, y la verdad, esperarte será lo mejor que haga con mi vida.
Me levanto despacio, el Sol ya se ha terminado de ir y yo he de ponerme en camino.
Vuelvo a casa, al lugar que será nuestro refugio.
Y te juro que algún día este paisaje será testigo de nuestro amor, puro y sin fronteras.
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