viernes, 20 de enero de 2012

Juega y pierde.

Es sencillo.
No hay escapatoria para quien falla.
El amor se divierte torturando a los perdedores, en algunas ocasiones más de lo imaginable.
Es capaz de torturarte día tras día, provocandote un dolor sin límites, pero dejandote la noche para que experimentes ese dolor solo, deseando tu muerte, para volver a la mañana siguiente. Y cuando mueres, se encarga de hacerte volver para continuar con su juego, llegando a ser más agradable separar la carne de tus huesos, y deseando que la locura y el delirio te lleve lejos de allí, pero no lo permitirá, no habrá tal compasión.
Pues el amor verdadero es un juego arriesgado y quien pierde, no vuelve a ser el mismo.

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