Paseaban cogidos de la mano, andaban despacio pues no tenían prisa. Ese tiempo era todo para ellos y querían tomárselo con calma y disfrutar cada uno de la presencia del otro. Se miraban y sonreían, mientras él le contaba anécdotas y ella le contaba cosas de su pueblo. Cuando no podían evitarlo más, se interrumpían para besarse con amor, abrazados, para luego continuar de camino al parque. Cruzaban calles y él le iba enseñando sitios. Estaba al lado de la plaza (como casi siempre) el camión de los helados y compraron uno de chocolate (su sabor favorito) para compartirlo. Fueron comiendo poco a poco mientras caminaban, y al llegar al parque, se sentaron en un sitio a la sombra y tranquilamente se lo terminaron. Se miraron sonriendo mientras acercaban sus rostros nuevamente para besarse, esta vez un beso muy lento y tierno. Terminaron el helado y fueron a tirar la basura al volver, se susurraron que se amaban, y, abrazados, se tiraron en el césped a mirar el cielo. Miraban pasar las nubes, muy juntos, felices...
Era una tarde perfecta para ambos.
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